domingo, 19 de junio de 2011

LOS MISERABLES

Jueves 16 de junio.  Veinte personas en un autobús desde la puerta del Juanelo nos dispusimos a viajar a Madrid para ver Los Miserables, una adaptación musical de la gran novela de Víctor Hugo. Todavía no sabíamos.  No teníamos ni idea.  La experiencia que íbamos a vivir era todavía una intuición.

Estábamos contentos.  Llegamos con tiempo y pudimos tomar una cañita (o dos) en una terracita de Gran Vía justo enfrente del teatro, donde sus carteles nos anunciaban ya que estábamos a unos pocos minutos de disfrutar de un espectáculo que llevábamos semanas esperando. 

Y nos sentamos en nuestras butacas.

Y la música comenzó. 

Y unos presos remaban cantanto la injusticia. 

Y ahí comenzó una historia que te atrapa y te envuelve durante los ciento cincuenta minutos que dura, sin apenas pestañear, cada vez más intensa y emocionante, cada secuencia más potente y cada telón más asombroso. 

De todo lo que acontece en el libro o en el musical yo me quedo con la relación entre Jean Valjean y Javert.  Ya sabéis que nunca cuento nada de los libros, nada del argumento, sería una herejía, pero no creo que peque mortalmente si al menos os hablo vicariamente de cómo me seduce siempre, no tanto el cambio de Jean Valjean, romántico y novelesco, sino el odio y la inquina y el saber que no puede perdonar de Javert a pesar de que, o quizás porque Valjean le salva en un momento la vida. 
Qué tormento no poder perdonar.  Qué vida miserable, más miserable que aquellos que no tienen pan  o que engañan o que se prostituyen o que roban o que sobreviven.  Es tan miserable su no perdón, que le abocará a un único final. ¡Pobre Javert! ¡Qué vida desperdiciada!

Yo no sé distinguir una tuba de una viola, un trombón de un bombardino.  No sé qué es un tenor o un falsete.  Pero cada uno se envuelve de una u otra manera.
Os diré que la emoción que produjo esta obra en mí fue enorme.  Tenía el pecho encogido, el corazón emocionado, las lágrimas en la garganta y después en los ojos y después en la cara.  Creo que nunca he vivido una experiencia de este tipo en un espectáculo en directo. 

Por eso te recomiendo que si puedes vayas a verla.  Hasta el 24 de julio en Madrid. 
Ve con alguien a quien puedas coger de la mano. Una mano diluye la miseria.

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